viernes, 17 de junio de 2011

PASEO DE 20 MINUTOS

Un recorrido cualquiera de un día cualquiera... a una hora cualquiera no, DE DÍA, por Bogotá.

[Lo he escrito con la música de fondo de Frente Cumbiero, banda bogotana que mezcla flipantemente la cumbia y dub, así que les dejo una canción suya pa que se puedan ambientar al leer la entrada]



Salgo de mi casa con guayabo (resaca) porque ayer estuvimos hasta las tantas bailando salsa, entre chicas y algún que otro bicho y especimen, cosa que llamaba la atención de nuestros compañeros de pista, y más cuando algunas no se ajustaban a la normativa dancística de tal flow cubano. Y otros compañeros de movimiento caderero agarraban a sus novias, bien fuerte, llamando poderosamente mi atención el marcaje heteronormativo -explícito- que hay en esta ciudad, pero de eso os hablaré otro día. Vuelvo a la salida de mi casa: le doy tres vueltas a la llave al cerrar porque, a pesar de estar en La Macarena, barrio gomelo hippie (me encantó la definición que me dio ayer Juanma, cuyo equivalente indudable es nuestro “pijipi”), no tiene vigilancia, y los reiterativos carteles de la puerta nos dejan bien claro lo que nos puede pasar si no adoptamos las adecuadas medidas de seguridad. Bajo la calle hasta llegar a la lavandería, donde Grace cuenta sin pudor y una a una mis prendas, incluidas algunas bragas manchadas de sangre de mi última regla... la mooncup a veces falla. Sigo bajando y cruzo el “puentesito”, ése que no se me puede ocurrir atravesar de noche, “porque te pueden pasar cosas malas”, porque además está al lado de una obra, que “quién sabe qué clase de escoria se esconderá allí de noche”, y al lado del parque de la independencia, al cual “de noche no te metas, porque te violan”. Así. Crudito. El puente también linda con la Biblioteca Nacional. “El saber nos hará libres”. O no.

Sigo bajando por la quinta, plena de coches, pitidos y olor a gasolina (olor muy común en Bogotá. También en México DF, es curioso). Tránsito y no tránsito de gentes, entre las cuales algunos encorbatados, algunas peripuestas con el culo bien prieto y alto (es impresionante la 'culización' de muchas mujeres acá) que seguramente irán a la Procuraduría o alrededores, que está a 6 cuadras; estudiantes de la Tadeo, una universidad cercana, una de las cientos de universidades de traca que hay en esta ciudad; una mujer indígena con su niño sentada del suelo y con la mano extendida; un tipo cargado de prendas “piojosas”, como dirían en mi pueblo, con el pelo cardado de la falta de aseo, pegando puñetazos y patadas al aire, con la boca desencajada y la mirada perdida; puestecitos de juguitos, frutas y yogurt con cereales: “a la orden; en qué le puedo colaborar; con mucho gusto”... me interpelan lxs puesterxs. Llego a la 19 y el tráfico se triplica. Los comercios. El ruido. La polución. Pero al lado están los cerritos, que de no ser por ellos, sí que Bogotá sería bastante distópica, y los cerros le dan todo el verde, toda la vida que a veces parece que agoniza en este conglomerado mazacótico. Tras cruzarla me voy acercando a la Candelaria, el barrio en el que tengo la reunión, hermoso, colonial y poco representativo de la ciudad. Me meto en un bar a desayunar, que hace tiempo que no como fuera y hoy me apetecen unos huevos pericos, una arepa y un jugo de curuba que me ofrece de manera servicial (¿servil?) la camarera embarazada de 8 meses y medio, por lo menos. Riquísimo todo. Al salir veo que pasan unas chivas (especie de autobuses coloridos y preciosos que la gente alquila para hacer fiestas, a modo de los carros remolcados típicos de las romerías andaluzas. Aquí una foto) sobre las cuales va gente arengosa toda todita vestida con los colores de la bandera colombiana, porque, según descubro después, van a algún evento futbolístico que se ha instalado en la Plaza Bolívar. Grandes pantallas rodeadas del lema “Bogotá es mundial” se mezclan con las palomas (las cuales, por cierto, aquí son más ratas que en ningún otro lugar!), puestecitos de avena helada y gentes peculiares, la mayoría hombres mayores, que habitan el cotidiano de esta plaza. Me da por mirar el escrito del Palacio de Justicia: “Colombianos: las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”. Ahí queda eso, con una buena segunda persona del plural bien españñññola.

Tengo sueño y no quiero ir a esa reunión en la que la categoría género sigue estando tan desperdiciada. Y justo cuando voy rumiando esta entrada, absorta en mis elucubraciones oigo gritar mi nombre. Es Cris, ¡qué alegría! Tras hablar un pelín con ella, me convenzo de que no tiene sentido ir, hoy no, así que decido que no me sale del chocho cabrearme, así que rebobino, todo hacia atrás en cámara rápida, hasta que le doy tres vueltas a la llave para abrir, otras tres para cerrar por dentro, enciendo el computador y escribo esta entrada... Y ahora, a dormir... mmmmmm

[Aquí unas fotos de mi calle] (pinchen sobre ellas para verlas más grandes)


1 comentario:

  1. Guapaaa!!! Me encanta leerte y me encanta tu calle, muy bonita, con las montanas! :) Un abrazo grande y mil besos desde bruselas!

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